El asesinato como derecho, ejercicio reivindicativo de la superioridad moral de las izquierdas sobre cualquier otro ser humano que pise la faz de la Tierra.
Esa es la principal consecuencia de la superioridad moral de la izquierda. El fanatismo febril en la religión de los que matan a Dios y se autoproclaman dioses. El pensamiento único es sólo una consecuencia más. Al fin y al cabo, toda religión tiene sus dogmas.
Héroes de la izquierda son los que matan, como el Ché, o los hombres de paz de la ETA, o los yihadistas, que si lo hacen será porque algo habremos hecho los demás. Da lo mismo el nombre, da lo mismo las siglas o la motivación declarada, lo importante es agredir a alguien. Entonces eres un héroe para la izquierda.
El aborto es sólo una forma más de matar, por eso les gusta; y la eutanasia. Están en contra de la pena de muerte, pero no porque se opongan a aplicarla a cualquiera que no comparta su fanatismo (¡arderéis como en el 36!, la guillotina como moción de censura, etc.), sino porque detrás se encuentra un criminal y simpatizan con él.
La última en declarar su violencia intrínseca ha sido Manuela Carmena, volviendo sobre los fueros de la impresentable Aído: los fetos no son humanos. Serán los suyos, ¡cretina! Los del resto de las mujeres son humanos. Cuando una mujer de a luz a cachorro de siamés me avisan… Pero es Manuela Carmena con el aborto y es Otegi en el Parlamento Europeo, presencia que al PSOE parece no molestar; porque asistimos cada día a una nueva manifestación de su instinto violento. Parecen desatados desde la aparición del podemismo en España. Cada día una nueva declaración en el mismo sentido.
Mientras se les llena la boca de condena a cualquier corrupción o corruptela de los demás, sus amenazas, su violencia y su desprecio por la vida de los que les molestan crecen.
Quizás Gabriela Bustelo a esto lo llamaría guerracivilismo. Yo creo que es anterior. Es intrínseco a la estructura moral que da soporte a las ideologías de izquierdas. Lo que ellos llaman diálogo o negociación es sólo un eufemismo que esconde el adoctrinamiento; y cuando lo anterior no es suficiente, siempre encuentran que su superioridad moral los justifica para cualquier forma de violencia.