Ayer un mequetrefe asilvestrado, un kaleborroko descerebrado, agredió a Mariano Rajoy en Pontevedra. El sujeto, que salía detenido por la policía con gesto victorioso ante las cámaras -pensaría que le había dado a Mariano el puñetazo que todos los españoles deseaban darle o algo así -, fue jaleado por otros mamarrachos de igual ralea; mientras la gente en las redes daba los datos y cuenta de Twitter de este presuntamente inocente adolescente, al que ahora mismo señalan las investigaciones como autor del hecho… (¿Queda claro, no? Pues eso. Sigamos).
A continuación vinieron los reproches y las condenas. Al Macarra Mayor de la PSOE, Pedro Sánchez, a la sazón candidato a pactar con el guarro de Pablo Iglesias (que si el pelo sin lavar, que si los piños sucios, ¡ustedes me dirán!), le faltó tiempo para condenar la agresión, quede claro. Claro que no sólo había escenificado la zafiedad y la violencia verbal un día antes, sino que además se había pasado las 24 horas siguientes autoproclomándose el orgulloso líder de los maleducados e irrespetuosos.
Pero lo cierto es que lo de Pedro Sánchez no deja de ser más que el burdo intento de un mierdecilla sin nivel intentando hacerse notar con sus únicos recursos: el barro y la zafiedad; pero hay otra gente no tan mediocre pero sí mucho más malvada en España, cuyo único afán es manejar jaurías y pisotear a todos los que no ladran a su compás. Gentuza que llama bastardos a los policías y que enseñan, desde un púlpito que pagamos todos, a sus alumnos a desacatar el orden. Escoria que hace chistes sobre pegar palizas a los fachas, y se junta con proterroristas y justifica las acciones de éstos. Basura que soporta y ampara regímenes abiertamente sanguinarios donde se encarcela y asesina a los que protestan. Herencia del impresentable Zapatero, ese hombre por el que Mariano se deshace en elojios, que no paró hasta reabrir todas cuantas heridas mal cicratizadas pudiera encontrar a su paso. De gentuza en España, vamos sobrados.
No son las peores elecciones, como decía alguien ayer en Twitter, ni las más violentas. En España hemos tenido elecciones en las que participaban los de la capucha con sus tiros, elecciones en las que volaron trenes por los aires, elecciones donde los candidatos han tenido que soportar huevos en la cara, dianas en sus casas, y amenazas callejeras. Estas, con todo, en este aspecto están siendo más llevaderas. Lo malo es si uno se pregunta por qué… Las respuestas dan escalofrío…
No voy a decirles a ustedes a estas alturas a quién votar. Pero sí tengo claro que, si aún no lo saben, deberían pensarlo un rato serenamente. Porque si el lunes ya era evidente, ayer quedó claramente retratado: Lo que nos jugamos en estas elecciones es escoger entre un modelo de respeto y convivencia, o un modelo totalitario y violento donde cualquier zafiedad y vileza vale contra el adversario.
Si escogen el segundo modelo, después no se quejen. Cuando la jauría decida que no son más de los suyos y sean ustedes los agredidos no se quejen. Al menos a mí no. Sepan que yo observaré impasible cómo los degollan sin mover un dedo para evitarlo.
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