Asisto en estos días, palomitas en mano, al esperpéntico espectáculo, edificante hasta en sus nimios detalles, de la llamada GUERRA TOTAL del PSOE.

Como todos, o casi todos, estupefacto, observo cómo un partido que desde el 76 hasta la actualidad había sido parte consustancial de la estructura de poder de la nación, es dinamitado desde dentro con la palanca podemita exterior (hoy, un nuevo empujoncito). ¿Cómo puede ser que algo así le esté sucediendo a una bestia política de las dimensiones del PSOE?
Pero las explicaciones no son tan difíciles, después de todo, si atendemos al devenir de los hechos que retratan con precisión radiográfica el antes y el ahora del pensamiento y de la esencia del llamado partido SOCIALISTA, OBRERO, ESPAÑOL. Y que, a todas luces, ha tiempo que ha dejado de ser socialista, obrero o español.
Pablo Iglesias (Posse, no Turrión) fue un obrero (Turrión ha sido y es otro burgués más). No seré yo quien salga a reivindicar la figura de Iglesias, cuya ideología no comparto en absoluto y entre cuyas manifestaciones está esta perla del maquiavelismo más descarnado que sin duda resumen bien cuál ha sido y es la naturaleza del socialismo español:
Mi partido está en la legalidad mientras ésta le permita adquirir lo que necesita; fuera cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones.
Pero a diferencia de los dirigentes actuales del PSOE, Pablo Iglesias (Posse) era socialista, sin duda; y era un obrero, sin duda alguna. Un obrero que por la fuerza de su valía y su determinación fundaría la UGT y el PSOE e impulsaría el pensamiento socialista en España de forma determinante.
¿Pero qué es el PSOE de hoy en día?
¿Es obrero? ¿Quiénes de entre sus dirigentes son obreros? Al igual que sucede con PODEMOS, donde sus dirigentes son todos niños pijos, en el PSOE no hay ni un sólo representante que por su origen se pueda considerar de la clase «proletaria».
¿Es socialista? Definan socialismo a fecha de hoy…
Y difícilmente se puede decir «español» el partido que dijo que aprobaría lo que fuera que saliese del Estatuto de Autonomía de Cataluña promovido por secesionistas, o cuyo actual (según a quién pregunten, ya no) Secretario General, Pedro Sánchez, está dispuesto a pactar con independentistas (esto es, con quienes quieren fragmentar España). Y, digamos, por situarnos, que aunque creo que esta inclinación al independentismo es minoritaria en el PSOE, no se reduce exclusivamente a Pedro Sánchez.
En realidad, Pedro Sánchez nunca ha sido el origen de los problemas del PSOE, sino su síntoma.
¿Cómo llega un don nadie como Sánchez a hacerse con la secretaria general del PSOE? Pues según cuenta El País, de la mano de José Blanco. Pero y ¿cómo José Blanco, que lejos de ser obrero ha sido el paradigma del trepa político, del pisamoquetas que sin oficio ni beneficio pasa su vida pegado a un partido, llega a ministro? ¿Qué tan mal ha andado en el PSOE en estos años para que fuera proclamado Secretario General un señor llamado Zapatero, cuya ley bandera,- la memoria histórica-, y cuyo posicionamiento en política exterior venía a suponer un negacionismo con lo aportado por el PSOE durante la transición y con su participación a la consolidación del eje atlántico (aun a pesar de todas las dudas iniciales)?
Esta guerra no es de hoy, ni es la del mártir Pedro Sánchez contra el mundo. Es la guerra del todos contra todos, cuando todos se miraban el ombligo y entre todos perdieron el norte.
A la marca PSOE no le queda más que llorar su propia muerte: De ésta no se salva. Puede pasar que se fragmente el partido, o puede pasar que se deshagan de Pedro, pero ahora mismo sea cual sea el resultado final de esta guerra civil del socialismo contra sí mismo, el PSOE ya no tiene 85 escaños en la cámara; como mucho son 43.
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