La alimaña que orquestó, entre otras «hazañas», el mayor atentado jamás perpretado (el 11-S) y que ha estado detrás de una forma u otra del mayor atentado sufrido en Europa (Madrid, 11-M 2004) ha sido eliminada de la faz de la Tierra. Pum, pum, pum. Unos tiritos y a otra cosa. ¡Con cuánto retraso llega! Cuántas muertes, cuánto sufrimiento nos hubiéramos ahorrado si lo hubieran eliminado mucho antes.
¿Un juicio? ¿Para qué? ¿Acaso alguien duda quién ha sido Osama Bin Laden y los «méritos» de esta escoria? ¿Para poner en duda durante el mismo la legitimidad del tribunal? ¿Para que se sentencie a un hijo de puta que ha cercenado la vida de miles de personas en el mundo a unos años de cárcel? ¿Para que dentro de unos años estuviésemos hablando de que el ancianillo desgarbado este que seguía la dieta del yogur afgano debía ir o no a morir a su casa con los suyos? Pues no. A mí me parece estupendo cómo ha terminado la cosa: Una operación militar bien diseñada y mejor perpretada, el perro muerto y a otra cosa.
Hoy los familiares de las víctimas de este monstruo podrán descansar mejor. Nadie les devolverá a sus seres queridos, pero al menos saben que el genocida que se los arrebató y que a ellos mismos los torturó sometiéndolos al shock, al dolor, a la depresión que causa la barbarie terrorista, ha pagado con su vida sus atrocidades y ya no podrá hacer más mal al mundo.
Y que nadie me diga que no es justicia. Porque bien sé que no ha sido justicia. Este sujeto arrebató la vida de miles de personas y ha torturado a millones en todo el mundo instaurando un régimen de terror. No es justo que sólo pudiera morir una vez. ¿Con quién podemos comparar a Osama Bin Laden? ¿Con Hitler? ¿Con el Ché? ¿Van ahora a hacer camisetas con la imagen de Osama? Porque todos sabemos que la izquierda, que está acongojada porque hemos vuelto a la Ley del Talión, al ojo por ojo, al diente por diente, a las cruzadas («cruzados» era lo que llamaba Bin Laden a aquellos que mataba y mandaba matar), no ha tenido nunca reparos en hacer un icono pop de un asesino. ¿Lo harán de nuevo con Osama? ¿Volverán a reivindicar la guerrilla y el asesinato? ¿Quizá ahora el explosivo y el terrorista suicida como símbolo de revolución y antiimperialismo?