Con medidas como ésta es como los políticos de derechas no consiguen hacerse atractivos a los más jóvenes. Frases tan ridículas como repetidas del tipo «si de joven no eres de izquierdas» no dejan de ser manifestaciones de perniciosos clichés que asumen que el joven, por ser joven, ha de ser descerebrado e irresponsable, no puede tener espíritu crítico y más allá de lo que diga la ciencia económica o la Historia, el joven ha de ser de izquierdas, porque la juventud tiene que ser revolucionaria en el sentido que lo entiende la izquierda. ¡Vaya gilipollez! (ups, perdón) Pero es lo que hay.
Con el botellón pasa otro tanto. Pijos y no pijos, progres todos, aladides de la «libertad» sin responsabilidad (es decir, del libertinaje) sostienen que hacer botellón es muy cool, muy fashion y mola cantidad. La gente que quiera dormir que se fastidie, que ellos tienen derecho a divertirse. Y si no, que se les habiliten zonas para chuzarse hasta arriba, que sus vicios se los tenemos que pagar entre todos. ¡Faltaría más!
La cuestión es reunirse en las plazas y en las calles para estar un rato con los amigos y pasarlo bien. Por supuesto, nunca para beber. ¡Mira qué tontería! Reunirse para beber… Pasar por las tiendas de compromiso para comprar alcohol, por ayudar a mover el dinero, salir de la crisis y que no cierren las compañías de bebidas espiritosas, por supuesto. El resto son malas elucubraciones de gente perversa que piensa que su único interés es ponerse hasta arriba de alcohol pagando menos que en un pub.
Quede claro. Más les valía a sus hígados y riñones pagar las copas a precio de pub. Tomarían menos por el mismo dinero. Un mecanismo de autorregulación del consumo de lo más saludable.
Pero el problema de todo este patio de colegio de macarrillas y niñatos que tenemos montado en las calles (entre los cuales como siempre andan perdidos unos cuantos) es que unos arrastran a los otros y entre estos «otros» frecuentemente hay menores de edad. Y la legislación es clara: Menor de edad ni bebe ni fuma ni conduce. Sólo puede abortar (que así va España, claro).
Así que la Xunta de Galicia ha decidido meter mano al asunto y cortar de raíz. A partir de ahora, multas a los menores que hagan botellón. Muy bien. Los vecinos a los que les toque aguantar a los energúmenos de los botellones seguirán soportando el follón, pero los menores no podrán estar allí. En teoría, claro, porque a ver cómo controlan eso. ¿Va a meterse la policía a pedir los DNI uno por uno a los chavales? Digno será eso de verse.
Al final, la idea es obligar a las familias a hacerse responsables de sus hijos. Del alcohol que beben sus hijos, de la educación sólo a medias. Ya sabemos que la Xunta en eso tiene un criterio mejor que el de los padres.
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